
¡¡¡Maldita sea!!! Me mandó a una universidad a impartir los siete pecados capitales, y lo primero que hice nada más llegar allí fue… enamorarme de la muchacha de diecisiete años más bonita e inteligente de cualquier mundo y que, dicho sea de paso, tenía una delantera que tiraba de espaldas; los senos más increíbles que cualquier demonio pueda desear. ¿Cómo iba a conseguir salir del lío en el que me había metido? Si además, para acabar de rematar, tenía en calidad de niñera a mi hermano Beelzebub, el ser más vicioso, vulgar, maléfico y destructivo que existía en el escalafón demoníaco, mi vida a partir de ese momento ya no sería un infierno, qué va; sería… como estar en el maldito Cielo.
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